miércoles, 18 de junio de 2014

Una noche, una chica... (Parte 4, final)

Con los ojos entrecerrados, una voz (la voz de su amado) hablaba, por la mariposa. Él estaba allí, más cerca de lo que ella podía imaginar, y le preguntó -¿No sientes dolor? Y ella contestó: El dolor que yo siento no está en ninguna parte de mi cuerpo que puedas ver, el dolor que me corroe es uno mucho más fuerte, pesado... me duele el alma, sí, el alma. Cada palabra que digo hace verme que es mi último aliento, pero unos grilletes me atan, me atan a un sufrimiento que se hace eterno. Pero la eternidad se va, como tú te fuiste, y mi alma, atormentada, busca el final de esta vida. No me quedan fuerzas para seguir expresando mi dolor, tú eras mi única fuente de vida, mi necesidad más placentera, y con tu partida, te llevaste mi vida. Él sólo pudo levantar su cuerpo, con su vestido, que adquirió un color más bien rojizo, y en ese mismo  instante, cuando su alma estaba desolada, fue cuando sintió que lo único que le llenaba, y le hacía sentir vivo, era ella, y con su ida sin billete de vuelta, él había muerto también.

Decir que estas cuatro partes es un breve resumen de una "historia" que escribí hace un tiempo. Conclusión: No dejes algo marcharse, si luego puedes arrepentirte de su pérdida. Ama y deja amar.

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